Type of Research Instrument
BASE CONCEPTUAL
La cultura, independientemente de la definición utilizada, suele considerarse ajena a los criterios técnicos u objetivos y, por ello, más cercana a relaciones estéticas o espirituales, a creencias y rituales, a maneras de actuar y percibir el mundo, o a formas hegemónicas o masivas de concebirlo. En ese sentido, el “alto grado de indeterminabilidad y la imposibilidad de un consenso definitivo sobre sus contenidos y fines últimos” , ha generado múltiples acepciones y adscripciones sobre lo cultural, los cuales tienen como propósito la definición, diversa y divergente de sus límites, de acuerdo con los grupos, periodos, imaginarios, luchas y tiempos involucrados.
Algunos organismos multilaterales, como la UNESCO, han producido conceptos y lineamientos con el ánimo de universalizar perspectivas y enriquecer los debates alrededor del tema. En Colombia, en la Ley General de Cultura se introduce el concepto del organismo multilateral como una manera de ratificar y avalar para la nación el significado y alcance del término: “cultura es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de las artes y las letras, modos de vida, derechos humanos, sistemas de valores, tradiciones y creencias”.
La definición de la UNESCO intenta superar las concepciones restringidas y elitistas de la cultura, mediante la inclusión de actividades y producciones de carácter simbólico (como las representaciones e interpretaciones discursivas, artísticas, teóricas, cosmogónicas, etc.), las técnicas y artefactos materiales (con los que se acostumbra a identificar la "técnica"), las formas organizativas de interacción social, económica y política (lo que se entiende usualmente por "sociedad") y las prácticas y realizaciones relacionadas con los seres vivos y el entorno biótico (o "naturaleza") .
Aunque la acepción de la UNESCO amplía y enriquece la perspectiva de lo cultural, existe la necesidad de acotar sus dimensiones y áreas para lograr determinaciones concretas, que se traduzcan en categorías que permitan sustentar y argumentar las apuestas que se integran al momento de diseñar y proyectar políticas y programas públicos sobre lo cultural. Así, han surgido nuevos nichos de conocimiento de los fenómenos culturales, gracias al incremento en el número y tipo de actividades relacionadas con la cultura, deviniendo en la exigencia de conocer a profundidad los flujos y vínculos que existen entre lo cultural y demás campos de producción humana, como la economía, la política y la educación, entre otros .
Esto también pone en el escenario mundial el papel que juega la cultura en el fortalecimiento de prácticas ciudadanas incluyentes, en la consolidación de una esfera pública más democrática, en la cohesión de la sociedad desde proyectos colectivos y en el acceso equitativo a diversas ofertas culturales, como uno de los ámbitos de la vida social. Incluye, además, la paulatina disminución de las asimetrías sociales, desde las mínimas ofertas en los espacios de interacción social, hasta la priorización de bienes y servicios de acuerdo con las características identitarias, las demandas y lógicas de las comunidades, independientemente de su adscripción o no con las culturas hegemónicas o la alta cultura .
En este contexto, las acciones emprendidas en y para el ámbito cultural hacen parte fundamental de las agendas y lineamientos determinados internacionalmente en torno al desarrollo económico y social, el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, el fortalecimiento de escenarios y prácticas democráticas desde la multiculturalidad y el ejercicio pleno de los derechos humanos.
Así, las directrices que orientan las acciones transnacionales en materia cultural hacen parte de documentos tan importantes como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, los Principios de Cooperación Internacional de la UNESCO, la Declaración Universal de las Naciones Unidas sobre el Derecho al Desarrollo, la Declaración y Programa de Acción de Viena o la Declaración sobre los Derechos de las Personas Pertenecientes a Minorías Nacionales, Étnicas, Religiosas o Lingüísticas.
En estos textos la cultura es matizada desde diversos enfoques, pues el propósito es extender las referencias constitutivas a las cuales ha estado históricamente vinculada: industrias culturales, alta cultura y cultura élite. Estos pactos retan así mismo el concepto de la UNESCO, en tanto que abordan un entramado complejo que integra prácticas asociadas con la convivencia (manejo de conflictos y hechos violentos), visibilidad de minorías y delimitación del alcance de los derechos culturales, la transversalidad de lo cultural -desde el enfoque de prácticas, percepciones, comportamientos y hábitos- en temas como la gobernabilidad, la profundización de la democracia, los cambios asociados a la intervención educativa, a la comprensión de lo ambiental, entre otros.
A esto se suman algunas líneas de inversión de la banca multilateral, varias de las recomendaciones de los organismos humanitarios, ciertas temáticas abordadas por los tratados comerciales multinacionales o regionales y el interés general por atender el tema cultural desde una referencia mínima específica .
El espectro internacional de intervención en lo cultural se aumenta, dadas las crecientes exigencias y demandas expuestas por múltiples grupos étnicos y otros sectores sociales en torno al reconocimiento de sus particularidades culturales. De la misma manera, los planteamientos esbozados por algunos sectores académicos, han impulsado la construcción de políticas públicas nacionales y territoriales enfocadas en la construcción de escenarios que posibiliten el ejercicio de los derechos culturales (que incluyen tanto el reconocimiento y desarrollo de las identidades como el acceso a plurales y diversas ofertas culturales), el fortalecimiento de formas organizativas articuladas desde y sobre la cultura, el fomento de prácticas de creación, circulación y formación artística y/o cultural, la ampliación de bienes y servicios ofertados por el sector cultural o la consolidación de culturas ciudadanas y democráticas, entre otros.
Por ello, es importante reconocer el camino recorrido por el país hacia el cumplimiento de estos objetivos, trazados por las agencias multilaterales, como se evidencia -por ejemplo- en la Constitución Política (reconocimiento de la plurietnia y la multiculturalidad), la Ley General de Cultura (la cultura como eje del desarrollo) o la Ley de Cine (visibilidad y reorganización del sector cultural), y en la configuración de una institucionalidad que ha creado entidades específicamente dedicadas a la promoción de las diversas prácticas culturales, y que plantea nuevos horizontes para integrar tanto los actuales como los posibles agentes y subjetividades culturales.
A pesar del creciente número de estudios cualitativos, del fortalecimiento de los sistemas de información cultural nacionales, del aumento del conjunto de registros públicos como privados de las actividades culturales y de la promoción de investigaciones y metodologías para la medición de lo cultural, aún es evidente la carencia de indicadores que permitan: medir los impactos sociales de las acciones públicas y privadas en el campo de lo cultural, conocer la configuración y transformación de identidades, el mapeo continuo de los consumos culturales, determinar la percepción de las personas sobre temas ligados a creencias, significados y sentidos, el estudio continuo del impacto de la cultura en otros ámbitos -en la economía, por ejemplo-, entre otros. En consecuencia, es incipiente la información que dé cuenta de los complejos procesos culturales que tienen lugar en la cotidianidad y en contextos particulares, como también en territorios no solo vinculados a lo físico/material sino también a los escenarios virtuales generados por las nuevas tecnologías.
En este marco, parece importante no sólo amplificar las indagaciones realizadas en torno a las políticas públicas o a las nuevas redes de circulación, sino también motivar la realización de investigaciones enfocadas en los sujetos y en sus variadas formas de creación, circulación y apropiación simbólica; entendiendo que en el actual contexto es muestra de esas prácticas culturales cotidianas, cuya agencia expone otros procesos más complejos como la significación de identidades, la construcción de mundos sociales y la articulación de proyectos conjuntos.
Esto implica que la cultura no puede desligarse de otros escenarios de la vida cotidiana, como los ejercicios políticos o las lógicas del mercado, dadas las mediaciones y re-configuraciones espacio-temporales y de los ámbitos públicos y privados, potenciadas por los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de información y la comunicación. Ello sugiere la trascendencia de los fenómenos culturales del campo de acción específico del sector cultural, a otros ámbitos en los que la perspectiva cultural expone su complejidad y transversalidad.
La Encuesta de Consumo Cultural parte de dichas premisas conceptuales y reconoce que los intercambios simbólicos contemporáneos se presentan en medio de relaciones conflictivas de poder, que las prácticas de consumo están ligadas a dinámicas de lucha, construcción y negociación de sentidos, que los agentes que participan en lo cultural asumen posiciones en esas luchas, construcciones y negociaciones . Reconoce, además que, dada la complejidad de lo cultural y la imposibilidad de medir todo lo que le constituye, la investigación se centra en indagar por el uso y la frecuencia de consumo de bienes, servicios y espacios ofertados por el sector cultural, así como la percepción de las horas invertidas en el tiempo libre y el tipo de actividades desarrolladas en él.
CONSUMO CULTURAL
Como herencia de las denominaciones económicas el consumo se asocia con el uso de diversos tipos de productos y servicios. Respecto con lo cultural, esta categoría se refiere a aquellas dinámicas que involucran tanto la circulación como la apropiación de mensajes y contenidos. Ello implica no sólo la producción de éstos, también el ejercicio activo de recepción y resignificación que está presente en quienes obtienen este tipo de producciones culturales .
A diferencia de la perspectiva económica, esta circulación no finiquita en la obtención, sino que a partir de ello se generan nuevas representaciones y sentidos, es decir, que el consumo cultural se constituye así en un “conjunto de procesos de apropiación y usos de productos en los que el valor simbólico prevalece sobre los valores de uso y de cambio, o donde al menos estos últimos se configuran subordinados a la dimensión simbólica.”
Ello indica que el valor de cambio del producto no es igual al valor simbólico que los sujetos le imprimen. Algunos servicios o bienes culturales pueden ser gratuitos o no pagos, pero están cargados de múltiples sentidos para quienes hacen uso de ellos, situación que está condicionada a la frecuencia de su uso, al tipo y/o género elegido, al gasto y a su forma de adquisición, como al rol social de quien lo consume. Relaciones y hechos que hacen posible la visibilización de identidades, valores, costumbres, prácticas e imaginarios, a partir del estudio del consumo específico de bienes, servicios y espacios ofertados especialmente por el sector cultural.
PRÁCTICAS DE CONSUMO CULTURAL
Si las producciones culturales contienen en sí mismas significados, la relación que los sujetos establecen con ellas en sus cotidianidades (o sus usos) implican una negociación de sentidos, es decir, una apropiación que articula lo que de ellas se interpreta con la propia experiencia para aceptar, rechazar o re-crear su significado.
Esta apropiación (o consumo) está atravesada por la historia de cada sujeto, por su noción de sí mismo y de los otros, por sus deseos e imposibilidades (esto es, por la posición que ocupa en la cultura), por ello es al mismo tiempo reproducción de lo que ya está definido (las reglas de juego) y producción de sentidos (transformación de esas reglas para lograr lo que quiere) . Así, todos los sujetos son tanto productores como consumidores y cada uno participa con otros en la negociación de sentidos (esto es, de lo cultural) cuando inscribe nuevos significados en las producciones culturales.
PRÁCTICAS CULTURALES
Como aterrizaje y expresión concreta del postulado de la UNESCO, la cultura es aquí entendida como dimensión simbólica de lo social, es decir, como el conjunto de ideas, experiencias, enunciados y acciones (esto es, prácticas) que al ser compartidos por un colectivo social, les permiten a sus integrantes entender de formas similares el mundo que habitan, identificarse como parte del mismo grupo y diferenciarse de otros que no comparten las mismas prácticas.
Así definidas, las prácticas culturales son las diversas maneras en las que los sujetos producen sus significados sobre la realidad (es decir, definen lo que ésta es, quienes la habitan y qué la conforma), los intercambian con otros sujetos (esto es, les cuentan lo que piensan y sienten por medio de diversos lenguajes como el sonoro, el visual, el oral o el escrito, por ejemplo) e interpretan los que otros ponen en circulación (es decir, relacionan la propia experiencia con lo que otros dicen para aceptarlo o no).
Y en este juego que no es lineal sino simultáneo los diversos significados son negociados por los sujetos desde sus particularidades (esto es, sus historias personales), en contextos específicos (en tiempos y espacios concretos) y a través de múltiples medios (varios canales de circulación) para re-producir o cuestionar los sentidos sociales (esto es, significados colectivamente compartidos o, en suma, la propia cultura) .
En ese sentido, la encuesta indaga por aquellas prácticas asociadas a la consecución y uso de bienes, servicios y espacios ofertados por el sector cultural, dentro del marco de las manifestaciones culturales de las áreas y disciplinas determinadas y priorizadas por las políticas públicas culturales.
POLÍTICAS CULTURALES
Las políticas públicas se abordan como proyectos colectivos de corto, mediano y largo plazo en los que se define un orden social imaginado, el papel que en éste deben jugar las artes y la cultura, las estrategias a ejecutar para lograr lo proyectado y las funciones que con esta apuesta deben desarrollar personas, organizaciones e instituciones. En este sentido, las políticas culturales son entendidas como un marco de acción que orienta diversos intereses particulares hacia la consecución de un propósito colectivo, expresando lo que una sociedad específica reconoce como arte y cultura, aclarando quiénes, cómo y en qué medida pueden participar en la determinación de ese objetivo común y evidenciando cuáles son las relaciones sociales privilegiadas en su realización .
Esto implica que, a través de las políticas culturales, una sociedad define subjetividades (quién es quién, quiénes son los otros, quiénes hacen parte del nosotros), mundos sociales (qué escenarios se habitan y cuáles son sus características) y sentidos (qué significa qué), por ello, tanto su alcance como aplicación, están atravesadas por tensiones, disensos, resistencias y contradicciones en torno a lo que cada uno de los involucrados percibe, quiere o aprueba .
ESCENARIOS DE CONSUMO CULTURAL
La negociación de sentidos que los sujetos realizan a través del uso cotidiano de las producciones culturales no sólo depende de las ideas, experiencias, enunciados y acciones que comparten con su grupo de identificación (prácticas culturales), sino también de los escenarios en los que éstas se desarrollan, las cuales al mismo tiempo son significados a través de las prácticas culturales (o de consumo) .
En este marco, la construcción de sentidos (y también los sentidos mismos) la puesta en marcha en espacios físicos cerrados (teatros, salas) es diferente de la que se realiza en espacios físicos abiertos (plazas, parques) o en espacios virtuales (televisión, Internet), así como es diferente si se desarrolla en una u otra de las posibilidades incluidas en estas categorías (televisión o Internet). Es en estos escenarios y las prácticas a ellos asociados, que la sociedad elabora sus nociones de lo colectivo, lo personal, lo público y lo íntimo, en suma, su idea de orden social.
PRODUCCIONES CULTURALES
Los significados que los sujetos construyen sobre el mundo son comunicados a otros a través de diversos lenguajes -como el sonoro, el visual, el oral o el escrito- y pueden ser comprendidos por esos otros (de diversas maneras, pero siempre comprendidos) porque los lenguajes utilizados hacen uso de códigos culturales (esto es, de reglas de juego compartidas). En este ejercicio el sujeto que produce los significados les da la materialidad en la cual circulan por la sociedad -la música, la fotografía o los libros, por ejemplo- y la forma que los diferencia de otros (la música clásica, la música andina, la música rock), dependiendo de la intención por él buscada (lo que quiere lograr) y como estrategia de posicionamiento de lo propio (en la lucha 'simbólica').
Desde esta perspectiva, es importante reconocer que las producciones culturales contienen en sí mismas definiciones sobre lo que es la realidad, dadas por quien los creó, por quién los usa y por el contexto social en el que circulan. Y para la encuesta, dichas producciones culturales se acotan a aquellas que son creadas y provistas por el sector cultural.
BIENES Y SERVICIOS CULTURALES
Los bienes y los servicios culturales son entendidos como producciones culturales diferentes, ya que mientras los primeros son duraderos (permanecen en el tiempo) y posibilitan su adquisición como propiedad por quien los consume, los segundos sólo pueden apropiarse en su momento de ejecución (no permanecen en el tiempo) y en consecuencia, no pueden ser propiedad de quien los consume . Entre los bienes se encuentran, por ejemplo, los libros, mientras que un servicio cultural es el teatro (entendido como puesta en escena en vivo) o un taller en artes plásticas.
TIEMPO LIBRE
Medir el tiempo libre ha sido uno de los retos actuales, ya que se convierte en un referente importante para conocer el tipo de actividades, inversión de tiempo, prioridades y énfasis en la ejecución de éstas, así como un insumo básico para entender las condiciones y estilos de vida de los ciudadanos.
El concepto de tiempo libre surge del fenómeno de industrialización, en el cual la vida de la gente empieza a ordenarse bajo los parámetros propios del mercado. Es decir, se comienza a diferenciar qué acciones hacen parte del tiempo ligado a la actividad laboral, cuáles son complementarias y cuáles prácticas constituyen el tiempo para sí mismo. A ello se suma, cómo las tecnologías en el hogar como en el trabajo, generaron una resignificación de las tareas cotidianas como de las labores colectivas, en tanto que suprimieron y en otros casos, disminuyeron la inversión de tiempo como de fuerza en ciertas actividades. Algunos estudios iniciados en la Unión Soviética a mediados del siglo anterior, entendiendo la marcada diferencia entre las diferentes acciones, expusieron el interés por construir una agenda complementaria en el tiempo autónomo, con el fin de potenciar nuevas posibilidades que redundaran en el desarrollo y capacidad productiva de cada persona .
En consonancia con lo expuesto, Valdez expresa que el tiempo libre responde a “las formas personales como cada individuo organiza su vida cotidiana", es decir "la forma original individualizada, no solo de particularidades en cuanto al contenido de sus creencias, valores o formas de comportamiento cotidiano, sino a la manera como cada persona vive las normas de su grupo, clase y sociedad a la que pertenece" . En esa misma línea Munné plantea que el tiempo libre es un fenómeno característico de las sociedades modernas, en las que nuevas dinámicas de trabajo han ido restando tiempo a las actividades de producción para dar paso a la realización de otras actividades.
En ese marco se inscribe el tiempo libre, entendido como aquel período en el que se ejecutan actividades tanto individuales como colectivas que expresan una forma de vida cotidiana y una manera específica de organizar el tiempo que resta de las actividades consideradas como obligatorias entre las cuales están: trabajar, estudiar (como exigencias sociales de acuerdo con el momento de vida), comer, asearse, dormir (como acciones de recuperación y mantenimiento de las condiciones biológicas).
A partir del análisis del tiempo en el mundo moderno hecho por Munné, la encuesta de Consumo Cultural retoma las cuatro categorías de tiempo estudiadas como un marco conceptual y referente para determinar los límites y acepciones del tiempo libre:
- El tiempo psico-biológico: que se ocupa en conductas impulsadas por necesidades psíquicas y biológicas, como dormir, comer, acicalarse.
- El tiempo socioeconómico: consistente en actividades laborales y productoras de bienes y servicios. En ellas se distinguen trabajar y estudiar.
- El tiempo sociocultural: que implica los compromisos establecidos por la sociedad y por el grupo al que se pertenece, como el cuidar los niños, a las personas enfermas o a los adultos mayores.
- El tiempo libre: en el que las acciones que se realizan -individuales o colectivas- no obedecen a una necesidad externa que las impulse o una obligación, es decir, son elegidas voluntariamente y por algún interés personal sin tener algún tipo de remuneración económica por ejecutarlas. Se considera que este tiempo es usado para el descanso, el ocio, el entretenimiento y la producción de placer, es decir, para actividades como pasear, ir a cine, ver televisión, leer, entre otras.
DISEÑO DE INSTRUMENTOS
En este caso se utilizó un cuestionario que combina características, hechos y acontecimientos con motivos y razones sobre ciertas prácticas culturales que realizan las
personas de los hogares de las cabeceras municipales. Por el momento, y aunque es uno de los ejes centrales de lo cultural, las preguntas sobre opiniones, actitudes y sentidos, hacen parte de las futuras exploraciones.
El cuestionario(estruturado) tiene ocho módulos, los tres primeros permiten la identificación y localización de la vivienda, el conocimiento de la composición del hogar y las características generales de las personas. Los cinco módulos restantes integran las categorías conceptuales sobre consumo cultural, así:
Módulo A. Identificación y Módulo B. Datos de registro: permiten determinar la ubicación, la localización y las características generales de los hogares a encuestar para determinar su nivel socioeconómico y su estructura familiar. Total de preguntas: siete - 7
Módulo C. Características generales de las personas: con este grupo de preguntas se conocen las características básicas de los encuestados para obtener los perfiles sociodemográficos. En este punto se obtiene información relacionada con el sexo, la edad, el estado civil, el grado de escolaridad, la actividad principal y el nivel de ingresos mensuales. Total de preguntas: nueve - 9
Módulo D. Tiempo libre: identifica la cantidad de tiempo y las actividades que realizan las personas en su tiempo libre en una semana. Total de preguntas: tres - 3
Módulo E. Asistencia a presentaciones y espectáculos culturales: posibilita la caracterización de asistencia, gasto y razones de no asistencia a presentaciones y espectáculos culturales. Total de preguntas: trece -13
Módulo F. Publicaciones y audiovisuales: indaga por la asistencia (servicios) y uso (bienes), frecuencias, tipos de acceso y razones de no uso/asistencia de bienes y servicios culturales. Total de preguntas: cuarenta y dos - 42
Módulo G. Asistencia a espacios culturales: establece el grado de asistencia, frecuencia y motivos de no asistencia a espacios culturales. Total de preguntas: trece - 13
Módulo H. Formación y práctica cultural: permite conocer las preferencias de las personas relacionadas con el acceso a ofertas educativas culturales y artísticas informales, así como con la realización de una práctica cultural en áreas culturales específicas. Total de preguntas: cuatro - 4.